19/5/11

ESCRIBIENDO SILENCIOS IV

(ALEGRÍAS)

Autor: © Jesús Alejandro Godoy

…Cuando el lobo finalmente sintió que su corazón se libraba de pesares y tristezas, miró la luna detenidamente como tratando de alcanzar algún secreto que ella guardaba. Estuvo así largo rato.

 -¿Qué haces? –le preguntó un oso que acertaba pasar por ahí rumbo al primer río donde sabía, tendría buena pesca de truchas-.

-Miro la luna porque en ella he guardado todos mis lamentos. La miro porque en mis momentos de felicidad y buenas nuevas, ella me recordará que en su memoria lleva mis tristezas y llantos, y eso, no dejará que me confíe en mis alegrías –le respondió y bebiendo un sorbo de agua helada agregó-: porque, ¿qué es la vida sin el equilibrio que le da su nombre? ¿Cómo sabré disfrutar mis exquisitas alegrías sin antes haber devorado mis más amargas vivencias que parecen llevarse toda esperanza? Es por eso que miro la luna, amigo oso, porque ella me recordará mis lamentos y así podré disfrutar sabiamente mis alegrías.

El oso lo miró y nada dijo; solamente, le hizo una breve reverencia y prosiguió su camino siguiendo el caudal del pequeño arroyo que corría cerca de sus patas y se perdió en las penumbras, muy cerca de una enorme roca blanca que parecía tener forma de elefante. Varias estrellas fugaces se dibujaron sobre algunos de los árboles del bosque; desde el abedul que se doblaba ligeramente por el viento se escuchó una voz:    

-La luna está llorando -dijo el búho.  

 -Tal vez así no nos sentiremos solos cuando también lloremos –dijo el lobo y se sentó bajo la rama del abedul donde reposaba el búho.

Juntos se quedaron mirando el cielo, pensando en sus lágrimas, sus silencios y en lo que habría de venir.





ESCRIBIENDO SILENCIOS III

(INVOCACIÓN)

Autor: © Jesús Alejandro Godoy

...Y el lobo llegando tranquilamente 
a la vera de un arroyo donde se reflejaba la silueta danzante de la luna, levantó su mirada a las estrellas y aulló por vez primera.

-¿Pero qué diablos haces? -lo increpó un búho desde la rama de un abedul-

-Lloro por lo que vendrá -le respondió, y mirando la luna agregó-: porque cuando llegue a mí, no me detendrán mis lágrimas, ni mi pesar, sino, que usaré esos malos momentos para invocar nuevos intentos y seguir en mis caminos-.

El ave lo escuchó en silencio. Cerró los ojos y nada dijo mientras el lobo blanco lloraba.