14/1/11

TENEMOS QUE HABLAR


Autor: © Jesús Alejandro Godoy

Tenemos mucho de qué hablar...
Busqué la muerte un día, pero ella me encontró primero; y postrado a sus pies, me miró con enojo, y casi a los gritos me preguntó: -¿Qué quieres de mí, hombre?
Yo le respondí-: Morir.
Ella sonrió de lado; miró al cielo y suspiró como si mi pregunta no cupiera en su paciencia. Me clavó sus ojos negros y me interrogó: -¿Quieres morir de la mejor manera?
-Si –dije.
-Entonces dedícate a vivir de la mejor manera –me respondió-.
Caminó ofuscada hacia la puerta de salida del hospital; dio media vuelta, y susurró: -y deja de molestarme-; dicho esto, se perdió entre la gente.
Busqué la vida un día, pero ella se cruzó en mi camino.
-Si... ¿qué deseas? –me preguntó.
-Vivir –le dije.
Sonrió.
-Entonces vive, como si yo fuera la misma muerte –me dijo.
Volvió a sonreír, se alejó rápidamente y se perdió entre una espesa niebla.
Busqué la belleza un día; pero ella, me sorprendió una mañana al despertarme.
-¿Qué buscas? –me preguntó.
-Belleza –le respondí.
Bajó la cabeza y sonrió dulcemente.
-No me busques en la carne, ni en todo lo que es del tiempo –me dijo-, y rápidamente, se esfumó por mi ventana.
Busqué la fealdad un día, pero ella sea adelantó a mis pasos.
-¿Qué buscas en mí, hombre? –me preguntó.
-Fealdad –le dije.
-No me busques en lo que percibes con tus ojos, ni en lo que puedas tocar con tus dedos... no vivo ahí –me respondió.
Y dicho esto, se esfumó sin dejar rastros.
Busqué la riqueza un día, y sin saberlo, una noche ella se sentó a mi lado.
-¿Qué quieres? –me preguntó.
-Riquezas –le dije.
Con gesto pensativo me dijo-: Búscame en lo poco y en lo mucho, en lo frugal y en la medida justa; en el mar, y en el charco luego de la lluvia-.
Dicho esto, salió de mi casa en silencio.
Busqué la pobreza un día; pero ella, supo antes que yo la buscaba.
-¿Qué buscas en mí, hombre? –me preguntó.
-Pobreza –le dije.
-Vivo en lo más lujoso y en lo más andrajoso, mi guarida está en las perlas, y mi aliento en las desesperanzas... pero no vivo en lo que tus ojos ven.
Bajó la vista, cerró los ojos, y desapareció.
Me sentía confundido, y busqué a Dios, pero él se cruzó en mi camino esa misma tarde.
-¿Qué buscas? –me preguntó.
-A Dios –le dije.
-No me busques en lo que pierdes, ni en lo que ganas... no vivo ahí. No me busques en pedestales, ni en artilugios terrenales... ¡Mírate a ti mismo... búscame ahí!
Y dicho esto, se alejó rápidamente.
Busqué al diablo, pero él se cruzó en mi camino, y me tomó fuertemente del cuello.
-¿Por qué me persigues? –me preguntó, acercando su nariz a la mía-.
-Busco al demonio –le dije jadeando-.
Él me miró de reojo, y me volvió a dejar en tierra firme.
-¿Me estás tomando el pelo? –me preguntó.
-No –le dije, tomando un poco de aire-.
Me volvió a mirar, con cierta extrañeza.
-No me busques en la riqueza ni en la pobreza; ni en lo poco ni en lo mucho... ni en el cielo, ni en el infierno... no vivo ahí-.
Me miró nuevamente.
-¿Me estás tomando el pelo? –preguntó nuevamente-.
-No –le respondí.
-¡Mírate a ti mismo, búscame ahí! –gritó.
Giró, se rascó la mollera, y me escudriñó una vez más.
-¡Seres humanos! –susurró-, y se alejó rápidamente.
Llamé a gritos a la sabiduría, pero ella ya estaba a mi lado.
-¿Qué quieres? –me preguntó.
-Sabiduría –le dije.
Me miró con preocupación, y se disfrazó de ignorancia.
Me tendió la mano, y me preguntó si podía caminar a mi lado un rato.
No me negué.
Me miró condescendientemente, y me preguntó cuantos pasos faltaban para llegar a mí casa.
-Unos cuantos –le respondí-.
-Muy bien... demos uno a la vez, tenemos mucho de qué hablar... – dijo

2 comentarios:

Sonia Cautiva dijo...

Mucho de qué hablas, Jesús y llevando de la mano al lector a un final por demás interesante.
Te veo hoy después de un impase sin darme cuenta ni descubrirte.
Agradezco tu comentario y yo también te seguiré, como una madre o abuela sigue a su hijo escritor.
Un abrazo

Jesús Alejandro Godoy dijo...

Muchas gracias Sonia por tus palabras y por tu mensaje aquí. Abrazos para vos y nos seguimos leyendo.