28/2/11

EL MALO

   
Autor: © Jesús Alejandro Godoy

Había un hombre que era malo.
No era malo por que no compartía sus cosas.
Era malo por que todos decían que no compartía lo mejor que tenía.
Era malo por que a todos les había dado sus posesiones, pero no la voluntad de obtenerlas.
Era malo por que a todos les había otorgado su tiempo, pero no las vivencias que se encerraban en él.
Era malo, por que a todos les había regalado el arte que hacía con sus manos, pero no les había dado el don que poseía.
Era malo por que les había otorgado los castillos que había construido piedra por piedra, pero no, el conocimiento para erigirlos.
Era malo por que les había regalado varias fotografías donde se lo veía en todas las partes del mundo por donde había viajado, pero no les había dado la pasión por hacer cosas.
Era malo, por que les había mostrado a uno y a varios maestros sabios, pero no les había dado la comprensión para llegar a sus palabras.
Era malo, por que les había regalado sus inventos, pero no la curiosidad para generar nuevos sueños.
Era malo, por que les había regalado la forma de morir en paz, pero no les había explicado como hacerlo.

Un día conocí a un hombre que era malo.
En su tumba dejé una rosa y hablé con él.
Y supe por qué era malo.
Por que en silencio y luego de visitarlo miles de veces, me había regalado el secreto de la inmortalidad; pero no me había dado, la forma de llegar a ella.

23/2/11

EL CAMINANTE

  
Autor: © Jesús Alejandro Godoy

Un hombre caminaba por una calle casi desierta de un pequeño poblado, sabía que el tiempo se agotaba, pero él continuaba con su andar tranquilo.
De repente, se topó con un soldado desprevenido que estaba apostado cerca de una pescadería.
El soldado lo reconoció enseguida por la descripción que le habían dado del hombre, y por las preguntas que había realizado a los pocos que lo conocían.
Sus miradas se cruzaron, pero no hubo ninguna tentativa por parte de ambos de salir a la carrera ni de hacer ningún movimiento brusco.

Solamente se reconocieron...

El soldado caminó tranquilamente hacia el hombre y le dijo: 
- me han comentado que usted anda a la carrera como si fuera un prófugo... ¿Es así...?

-Si señor- le contestó tranquilamente el hombre.

-¿Y porque razón esta usted caminando tan rápidamente? -le preguntó el soldado

-Porque alguien está tratando de que yo no llegue a mi destino…

- Y disculpe... ¿Adonde va usted...?

-Al desierto... señor.

-Pero... ¿Al desierto?... ja, ja -rió por lo bajo el soldado-; Pero… ¿Para que va al desierto señor?, si en este lugar usted tiene agua fresca, y sombra, ¿Por qué razón iría usted a pasarla mal al desierto?-

-Porque tengo que encontrarme con un viejo amigo -dijo el hombre tranquilamente...

-¿Con un viejo amigo?- preguntó extrañado el soldado.

-Si señor, con un viejo amigo que ha venido desde lejos para verme, ahora si me discul...

-¡Pero hombre por favor! -lo interrumpió el soldado-, ja, ja… no es necesario que ande a la carrera entonces, porque no duerme un poco, y mañana reemprende su marcha, y yo le aviso a mis compañeros que usted es mi invitado, así usted descansa bien.

- Le agradezco su ofrecimiento y cuidado señor, pero me urge llegar a destino lo antes posible- respondió el hombre.

-Pero mire usted señor... caminante, -insistió el soldado-, si usted quiere, le puedo ofrecer mi tienda para descansar... ¿Hace mucho que no prueba alimento?-

-Hoy almorcé señor, gracias.

-Pero de seguro tiene un poco de hambre... ¿no?

- No mucho señor, gracias-

- Pero... ¿en realidad usted se va al desierto?- preguntó nuevamente el soldado rascándose la barbilla.

-Si señor, y no cuento con mucho tiempo, si me disculpa, tengo que seguir con mi camino- dijo el hombre

- Pues muy bien, señor, si así usted lo desea, váyase al desierto, pero le digo que aquí yo le estoy ofreciendo agua, cobija, y una noche tranquila, se lo ve agotado... ¿seguro que no quiere descansar...?

-No señor muchas gracias -dicho esto el hombre reemprendió su marcha-.

El soldado lo vio partir tranquilamente, mientras que se rascaba la cabeza en señal de no entender al pobre hombre.

"¿Al desierto?" pensó nuevamente el soldado. ¡Ja, ja, ja, ja...!, pero su risa se fue apagando de a poco, mientras veía al hombre alejándose

-No importa -murmuró el soldado, mientras que se le iluminaban los ojos con un extraño destello rojizo... -no importa Jesús de Nazaret, no importa Mesías… Hijo de Dios... todavía me quedan treinta y nueve días con sus noches... para ver quien de los dos es el más fuerte...

Y dicho esto, el soldado se esfumó en el aire, en forma de un pequeño tornado en dirección al desierto.

13/2/11

VER


Autor: © Jesús Alejandro Godoy

Ver, como ven los niños, las cosas, el destino y lo que en la íntima soledad del alma tiene su explicación; expiar las culpas de lo no logrado y lo no alcanzado para disfrutar del simple hecho de viajar a través de la vida; así deseo que sean mis ojos.
Reinventar la libertad como la vive el ave, y jurarle a mi camino que este instante es toda mi vida porque jamás sé cuando me iré, así deseo que sea mi alma.
Dibujar una nueva madrugada en el ocaso de mi vida como lo hace el cielo y saborear la victoria sin que nadie me detenga como lo hace la lluvia; así, deseo que sea mi mente. Dejar que mi esfuerzo talle mi carácter como lo hace el león y vagar con mi esperanza hacia otros destinos como lo vive el navegante, así deseo que sea mi conciencia.
Que no existan distancias entre lo imposible y lo común como lo hacen los ángeles, y dormir en la sentencia de que cada segundo de mi vida es un segundo para tomar decisiones que cambiarán mi hoy, mi mañana y la vida de aquellos que alguna vez oirán algo de mí, aún, cuando yo ya haya pasado, como lo hace el viento; así, deseo que sea mi vida.
Ver como ven los niños; así deseo, que sean mis ojos...

9/2/11

VUELO (Plegaria a Mis Padres)

  
Autor: © Jesús Alejandro Godoy

Déjenme soltarme, aunque mis manos luego busquen a tientas esas ambiciones que nunca alcanzaré.
No me priven de esconder de mis labios las palabras más incorrectas para hablar luego las palabras grandes y transparentes; ésas donde la verdad se esconde.
Déjenme en soledad ante mis fantasmas pero no se alejen de mí. Átenme a mis errores porque con ellos trazaré mis caminos, pero no me juzguen durante mi tiempo de aprendizaje. Vean mis pasos y cuéntenlos si así lo desean; más, no escriban sus argumentos sobre mis huellas errantes porque cada cual plasma su destino.
Ríanse y destrocen con sus comentarios mis alas, pero siempre me verán desplegándolas donde se alza el viento que me lleva al cielo que siempre he soñado.
Tomen mis manos y si quieren protejan mi cabeza, pero no cubran mis ojos de los errores porque sé que cuando ya no exista nadie que me cobije, no habré aprendido nada valioso, si no he errado y contado a mansalva mis heridas.
Déjenme fallar cuanto pueda y por el tiempo que sea necesario, pero no aplaudan mi insensatez ni mi ignorancia porque jamás querré que aquellos a quienes amo o amaré se vuelvan contra mí, y me transformen en carne de desperdicio. Pero… ¡hay de mí si se vuelven como yo! Preferiría que mi cabeza sea estacada y paseada frente a todos aquellos que optaron por vencer sus limitaciones sin saber si algún día llegarían a buen puerto.

Contemplen mis movimientos más desacertados, pero jamás me digan que deje de caminar.

A nadie creeré cuando me digan que la muerte por mis propias manos es muestra de valentía y una digna solución a todos los problemas porque sabré que no es verdad, y jamás lo será, mientras miro a esos indigentes que se transforman en reyes paseando sus luchas junto a mi puerta e invitándome a unirme a sus noches de derrotas en pie, esperando una oportunidad para dar un paso hacia un nuevo desafío.
Síganme en mi escalada, y vean que aún desesperado, la única verdad que sabré es la que dice que yo puedo llegar más allá de lo que otros opinan de mí porque jamás existirá en esta tierra que hoy piso, nadie que pueda decirme cuanto valgo cuando mis ojos se abran cada madrugada dispuestos a encontrar nuevos caminos.
Mírenme volar entre tormentas y desconfíen de sus sentidos cuando mis alas se desplieguen como potentes y orgullosos pilares donde habitan mis palabras grabadas a fuego, hablando de todo lo que he sido, lo que soy y lo que seré.
Déjenme en soledad, pero jamás dejen de guiarme, porque aunque sea único e irrepetible, en mi cielo todavía quedan muchas estrellas por contar.
Vean qué difícil es mi camino, y déjenme transitarlo bajo las sombras de la intolerancia y la incertidumbre; a cambio, yo les mostraré que al final de mis pasos me verán transformado en los sueños que siempre he deseado, y seré tan grande y tan fuerte, que ni todas las sonrisas ni las alegrías del mundo cabrán en sus corazones.
Déjenme vagar entre sombras, porque este es mi momento, y nunca cejaré ante los pensamientos propios o ajenos que quieran ver mi cuerpo consumido por gusanos, porque he venido a cumplir mis sueños y mis anhelos y hoy no tengo planeado visitar los cielos, sin intentar hacerlos realidad.
Miren mi tiempo hablen de mi momento que ya ha empezado; y que aquellos murmuren que no he de poder hacerlo, porque las palabras de aliento son mis caminos y las palabras desalentadoras mis motivos para seguir.

Déjenme vagar como pueda, suéltenme al viento de lo nuevo y lo desconocido, porque he nacido para ser ciervo de todos, porque he nacido para ser rey de mis victorias.

Hablen de mi vuelo, hablen de mi tiempo… porque éste, es mi momento.

1/2/11

MI AMOR


Autor: © Jesús Alejandro Godoy

Pretendiendo ser lo que soñé ser, y rozando las ánimas de lo que jamás pude ser, finalmente terminé siendo víctima de mis sentimientos.
Porque descubrí al fin, que mi amor no es el amor, ni mi vida la vida.
Y sabiendo que faltaba poco para mi final, decidí escribir éstas líneas para que no se perdieran nunca dentro de los recovecos sombríos de mis palabras sin razón; decidí escribir antes que llegara ella y me llevara finalmente a ese lugar donde mi corazón deja de latir, o mi alma vuela por lugares encantados; decidí escribir éstas líneas antes que mis ojos se cerraran y mi cuerpo dejara por un momento ésta paz indulgente que a veces me viene a visitar.
El vaso de whisky estaba inerte a mi lado, como un recuerdo de viejos tiempos que había quedado relegado a un sitio en particular dentro del territorio de mi presencia.
Luego… luego todo fue recordar; recordar, que amar es algo divino, que amar es mirar a los ojos a la mujer de tus sueños siendo víctima del tiempo; y aunque su cabello ya sea gris, y su cuerpo un recuerdo del aliento de lo que es bello, sentir, que no se puede no seguir enamorado del amor que ése ser lleva dentro por ti; y dejar de lado todo lo que es de este mundo, y dejar de lado lo que se mira con los ojos y abrazar lo que se ve con el alma.

Así sentí mi amor.

Porque me di cuenta que ya era víctima de la mujer de mis sueños; esa, que había dibujado mi alma tantas veces con sus manos; y supe también, lo que era el dolor de amar y aprendí que nadie… nadie puede hablar o puede sentir amor sin antes haber conocido el dolor de entregarse sumisamente a un sentimiento tan sublime.
Tomé con cuidado mi vaso de whisky y lo acerqué a mi boca, pero otro recuerdo vino a mi mente y lo volví a dejar en el mismo sitio.
Sonreí, y recordé que aprendí que no se puede amar sin dolor; que todo es uno, y mi dolor en sí fue la sensación más exquisita al momento de saber que realmente mi cuerpo ya maltrecho y mi corazón murmurante, ya no me pertenecían porque se fueron el día que me redescubrí mirándola fijamente a través de la ventana de mi biblioteca; como si yo fuera un adolescente enamorado, que suda, y sonríe a medias, cuando la mujer que ama deja la estela de su perfume en todo el ambiente.
Resoplé un instante; sequé el sudor de mi frente con un pañuelo.
Sabía bien… que mi momento se acercaba y no quería dejar ningún bache en mis líneas.
Como esa vez que supe que el hombre valiente no es aquel que enfrenta sus miedos, sino, el que aprende a reconocerlos y los embauca por un instante en la vida, porque el que es realmente valiente, sabe que los miedos nunca mueren, y enfrentarlos, es algo cotidiano que hacen muchos, miles, millones de seres diariamente cuando respiran, cuando caminan, cuando rezan, cuando duermen...
Pero aquellos que reconocen sus miedos y bailan con ellos el vals de la incertidumbre son los que llevan ventaja; porque saben que realmente no son perfectos. Y saben bien, que el miedo está latente midiendo cada paso, habitando cada casa, durmiendo en cada cama.
Es el mismo miedo que hoy acaricia mi sien y hace que mis rodillas se derritan.
Como cuando caminé desfalleciendo hasta estar cerca, muy cerca de la mujer de mis sueños, y entre una extraña mezcla de delirio místico y desastre natural personal, le dije que la amaba.
Recuerdo ese momento como si todo el universo hubiese hecho silencio por un breve instante.
Y realmente fue como el sentenciado a muerte al que le conmutan la pena, o el exhausto viajante que recibe la lluvia salvadora en el desierto.
Creo que volví a tener sentimientos semejantes, pero nunca jamás iguales; recuerdo que mi cuerpo flotaba y el peso de mi corazón había desaparecido... pero el peso del amor que se había instalado en mi alma me mantuvo en tierra.

Así sentí mi amor.

Y todo pasó: el tiempo, las cosas, los hijos, los trabajos, los amigos, los lugares; y nosotros dos pasamos juntos protagonizando los papeles estelares. Y hoy, ya que mi cuerpo cambió para siempre, mi pulso firme se volvió un tornado entre mis dedos, y mis recuerdos ocupan gran parte de mi memoria, me encuentro aquí nuevamente donde todo empezó… solo, en silencio esperando que mi corazón deje de latir.
El sol parecía estar yéndose a toda prisa y el cielo contenía a duras penas las nubes que querían zafarse de una vez por todas; parecía, como si Dios supiese que mis minutos estaban contados, y que mi aliento se aceleraba esperando su presencia… siempre había sido igual.
Fue cuando la puerta de mi biblioteca se abrió lentamente, y la vi; con su paso cansino, sus cabellos blancos, su piel arrugada, y su mirada un poco errante. El universo quedó en silencio.
Y me miró, como tantas veces lo había hecho; y ahí estaba, seguía siendo ella, la mujer de mis sueños.
No pude evitarlo.
Mi aliento se entrecortó, mis ojos se cerraron, mi corazón dio un vuelco, y todo mi cuerpo tembló un poco más de lo habitual.

Dios sonrió.

Y yo... yo morí de amor una vez más.